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Justo es cuando estoy a punto de entrar en una espiral que entra Él en acción

  • Foto del escritor: adridolara
    adridolara
  • 26 nov 2022
  • 3 Min. de lectura

Últimamente, en este último cuatrimestre específicamente, he cambiado el chip. Para entender esto debo daros un recorrido rápido en mi vida social.

Yo en Ecuador, antes de mudarme a España, solía ser la chica popular en clase, todos me tenían en cuenta, todos me hablaban, todos me saludaban y se me despedían, tenía la atención de la mayoría.

Todo eso cambió el momento en que pisé España. La primera clase que tuve en primaria en España no lograba concordar con mis compañeros como quería. Recuerdo poco de ese primer año, pero sé que amigos no tuve. Eso fue así hasta llegar a quinto, que logré finalmente hacer migas con mis compañeros.

Pero claro, eso duró lo suyo dado que luego me mudé a Rivas.

En Rivas, el peor colegio que pude asistir, me trataban mal, me hacían el vacío y eso hizo que perdiera mi graduación de sexto de primaria. Odié mi clase a más no poder, e intentaba juntarme con gente de otras clases (sin éxito porque solo los veía en el recreo) o los marginados con los que posteriormente tuve una movida.

Luego llega el instituto, blank slate. Pero venía con una desventaja notable y es que era la única que venía del colegio en cuestión, el resto se conocían de primaria y ya tenían grupos asentados. Lo peor es que estos grupos apenas fueron flexibles, entonces todo intento de relación era chafado. Fue así hasta que logré formar parte del mejor grupo de amigos que pude tener, el Pelo Volador. Nos juntamos varios "marginados" de varias clases con algo en común: que eramos normales. Habían más cosas que nos unían uno a cada uno, pero en general eso era lo que hablabamos.

Al salir del instituto tuve una liberación, el chip cambió, yo ya no era introvertida. He logrado en la universidad hacer migas con varias personas e incluso hacer amigos guays. El relacionarme con gente no me traía problema, y eso continuó de esta manera hasta que llegó este curso escolar.

Hay muchas cosas que pudieron afectar el cambio radical que experimenté en cuanto a las relaciones sociales, muchas, pero no sabría darlas en concreto. La cosa está en que:

  • No quiero ir a clase porque estoy sola. Igual voy porque he de aprender algo.

  • No suelo tener más ganas de ir a eventos sociales a no ser que vaya alguien que conozco. Y entonces puedo quedarme en rotación gravitacional.

  • En general me da pereza estar con gente que no conozco.

Y esto me está siendo un limitante evidentemente, porque mi motor es normalmente social. Hago cosas porque hay otras personas haciéndolo, no tengo iniciativa propia apenas. Esto funciona con ciertas cosas no todas entendedme.


Ahora, la entrada es de espirales. No sé si habré dado una definición de lo que considero espirales pero porsiaca:

Espiral, del latin espiralus (no hagáis caso a esto lmao)

Todo momento límite en el que no logro dejar de pensar y entrar en un estado de ansiedad intensa. Suele ser como una bomba con mecha, un pensamiento es la chispa y poco a poco otros van añadiendo a la llama hasta que BOOM.

La espiral, en este caso, es de mi autoestima. No soy capaz de estar sola si soy consciente de ello, debo estar sola y haciendo algo. No puedo estar sola en contextos sociales, eg. uni, conciertos, museos, eventos en general. No puedo.

Cada semana de este último curso estuve dando vueltas y vueltas en esta espiral. Y claro, no buscaba salida porque llevaba ya intentos fallidos. Entonces, estos últimos meses llevo teniendo muchos eventos sociales a los wue asisto completamente sola. Al principio me dan ansiedad, no me gustan nada e incluso se me nota. Pero luego voy abriéndome poco a poco hasta llegar a estar cómoda otra vez, y así iba. Estos eventos me ayudaron a ver que no hay problema en mi. He conocido gente tan guay que vio algo en mí que a veces ni yo veo, y eso me anima a seguir yendo a estos eventos lol. Pero estos eventos normalmente me los provee Dios. Muchas oportunidades no las habría sacado de no haber sido a través de Él. Y Él, evidentemente, es el que me ayudó a salir de la crisálida en la que más me escondo.

He salido hoy de un concierto al que casi no iba. Y menos mal que no había opción de reembolso, sino me habría arrepentido. Me habría arrepentido más que nada porque disfrute el concierto en sí. Y la gente que vi y me vieron fue un añadido, lo que sí me llevaba de esto es que Dios sigue ahí, conmigo, y aunque me rechacen hay otros que me eligen como amiga, o acompañante, y sobre todo que Él me eligió primero. Y vio algo que yo no vi (y ese es mi testimonio con Dios).

 
 
 

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